CARTAS DE ALUMNOS

 “Octavo de primaria, el último curso en el colegio… esto se acaba. Eran tiempos difíciles para los jóvenes adolescentes, su continuidad en la educación era un horizonte oscuro a los que muy pocos ese camino se les abría. Los recursos económicos de la mayoría no se lo podían permitir, eran momentos para pensar qué hacer de un futuro incierto.

Pero un día, como si esos caminos oscuros se iluminaran para todos, la dirección del colegio comunica que un nuevo centro se ha inaugurado en Toledo. Un centro al que se nos permitía continuar esa formación que se acababa, sin coste económico para nuestras familias, con internado para los más lejanos del lugar, un sitio donde los recursos de estudios eran gratuitos, donde el desplazamiento para los más cercanos, mediopensionistas, se ponía a nuestra disposición para trasladarnos. Era nuestra única esperanza, era lo que necesitábamos… y la cogimos.

Llegados al centro, a esta Universidad Laboral “Blas Tello” de Toledo, adolescentes, solos, en un ámbito nuevo, desconocido, contemplamos la inmensidad del lugar comparada de los colegios de los que procedíamos. Y sí, un poco asustados, nuevos compañeros, nuevos profesores, nuevas instalaciones, nos iniciamos.

En muy poco tiempo empezamos a sentir el ambiente docente, el volcado de los profesores a la enseñanza, del trato humano, afable y cercano de los tutores y educadores. Parecía un sueño el estar en un centro nuevo, recién inaugurado, con sus instalaciones deportivas, con talleres, con enfermería, con biblioteca… y todo en edificios rodeados de grandes espacios naturales, césped, arboles, bancos, un oasis de la enseñanza donde fuera de clase se sentía comodidad y sosa sosiego.

Todo el material de trabajo era puesto por el centro, a nuestro alcance, nos daban libros de estudios (todos los que se necesitasen), material escolar, de dibujo. Instalaciones de aprendizaje de inglés y mecanografía modernas y muy dotadas. Bocadillo a media mañana, comida de muy buena calidad; esto para los mediopensionistas y merienda, cena y desayuno para los internos; más no se podía pedir. Teníamos enseñanza teórica y práctica, teníamos educación física, practicábamos diversos deportes, teníamos diversas actividades extraescolares, se hacían obras de teatro, excursiones… no era solo enseñanza, era formación, era cultura, era educación, era convivir, era fortalecer la amistad, era pasar la adolescencia a la juventud.

Tiempos difíciles de la Universidad Laboral que, por el trasfondo deseado de sus implementaciones y el régimen de la época, se ha hablado y escrito más por su interés político que por su enseñanza como centro. Pero solo de puertas afuera, para los jóvenes que estábamos allí era la puerta de nuestro futuro, de nuestro bienestar y de nuestras familias. Y así lo hicimos, nuestra meta y cometido era estudiar, lo demás estaba de más.

Pasados los años de ese adiós al centro, introducidos en el mundo real del trabajo y del desarrollo profesional que hemos tenido, es cuando nos damos cuenta de lo que debemos a la Universidad, a los profesores que nos enseñaron, de lo que sirvió ese gran esfuerzo de seguir adelante y terminar nuestra formación, muy por encima y con unos niveles que hemos podido comprobar.

Hace cincuenta años de esa historia, y parece de ayer. Recuerdos permanentes que se mantienen vivos y que nos hace sentir, cada vez que la pisamos, como nuestra, como si siguiésemos estando en ella, tal vez… nunca nos fuimos.

Gracias UNI, gracias. Lo que soy… te lo debo”.

 

Angel Santiago Ferrer

Primera Promoción de Electricidad

(1972 – 1978) 

 

Desde sus comienzos los estudios de Formación Profesional de Electricidad eran elegidos únicamente por alumnado masculino. La incorporación de alumnas a estos estudios ha sido lenta y no siempre fácil como se puede ver en estas cartas:

En este año en que la Universidad Laboral de Toledo cumple sus 50 años, os quiero contar la historia de una pionera…

Esta historia comienza en 1985, cuando Sagrario, va a la secretaria de la Universidad Laboral y solicita matricularse en los estudios de Formación Profesional de Electricidad. Sin esconder su asombro y con algo de sorna, por tratarse de una mujer, comienzan a tramitar la matrícula de Sagrario, pero algo sucede que los días pasan y la matricula no se formaliza, siempre falta un papel o un trámite no está correcto, o es que no se ha tramitado todavía… por lo que los días pasan, el comienzo del curso se acerca y Sagrario no tiene su matrícula.

En este momento es cuando Sagrario comienza a ser consciente de que algo es diferente… Un pensamiento que antes ella no había tenido. Ella, simplemente había ido a matricularse de lo que quería estudiar y no había pensado más allá… Dos meses después, y tras muchas visitas de Sagrario a la secretaria, en septiembre consigue ser aceptada.

Finalmente, pese a la reticencia inicial de la Universidad Laboral, Sagrario finaliza sus estudios de electricidad. Ambas fueron pioneras.

Casi 30 años más tarde, en el año 2010, Tania acude a la secretaria del centro y solicita matricularse en el Grado Superior de Electrotecnia. Como el curso había comenzado hacía una semana, es recibida por el jefe de estudios para que autorice la incorporación de un nuevo alumno, pues las plazas están completas. Cuando ya lo pensaba todo perdido y se estaba arrepintiendo de no haber decidido antes volver a estudiar, el jefe de estudios con mucho entusiasmo, la comunica que esta admitida. Para Tania, la matrícula se ha tramitado con normalidad. No es hasta la primera vez que entra en clase, cuando ella es consciente de que algo es diferente… Una situación que ella no había imaginado, es la única mujer en el aula.

Finalmente, pese a los contratiempos, termina sus estudios en el grado de electrotecnia en la Universidad Laboral. Ambas fueron pioneras.

Unos años después, en el 2018, Sheila decide matricularse en el Grado Superior de sistemas eléctricos y automatizados. Realiza su matrícula y comienza el curso. Entre sus compañeros se encuentra en clase con otra compañera, aunque finalmente, solo ella termina.

El curso transcurre con normalidad y cuando llega la hora de realizar las prácticas, todos son recibidos por sus empresas de prácticas con los brazos abiertos, excepto Sheila. No es hasta este momento, cuando ella es consciente de que algo es diferente… Nunca había pensado, que en ninguna de las empresas hubiera sitio para ella.

Finalmente, tras pasar por cuatro empresas que la rechazan sin motivo aparente, realiza sus prácticas y finaliza sus estudios en el grado de SEA en la Universidad Laboral. Ambas fueron pioneras.

A pesar del paso de los años y de que ellas no se conocen, estas tres mujeres tienen muchas cosas en común. Ellas tres, en ningún momento habían pensado que los estudios y las profesiones tuviesen género. A las tres, tras su paso por la Universidad Laboral las ha ido muy bien profesionalmente. Las tres trabajan en empresas del sector de la electricidad, realizando labores de mantenimiento de instalaciones en diferentes ámbitos. Las tres en trabajo de campo, a pie de obra, con sus manos. Las tres han tenido muchos obstáculos, pero las tres no se han resignado y han seguido su camino consiguiendo abrir puertas.

Estas tres mujeres, han conseguido que personas y empresas hayan querido formar parte de la historia aportando su granito para que dentro de muy poco, no tengamos que contar estas historias cómo únicas o especiales, para que no tengamos que pensar qué es necesario abrir puertas para qué no exista diferencia en el ámbito profesional y laboral, en función del género.

Las tres han conseguido, que muchos otros hayan sido pioneros, y el nexo de unión de estas tres historias, fue la Universidad Laboral de Toledo

 

Sagrario Tello Peñas (1985-1991. FP1 Y FP 2 DE ELECTRICIDAD)

                                             (2011-2013. Grado superior de SEA)

Tania Montes Fernández (2010-2012. Grado Superior de IE)

Sheila Cordero Ávila (2018-2020. Grado superior de SEA)

 

 

ASÍ LO VIVIERON, ASÍ  LO VIERON

 

“Cuatro años de Laboral (1975/76-1978/79), un trozo intenso e imborrable de mi vida. Cuatro años, primera promoción de BUP y COU. Cuatro años de diaria caminata -sol abrasador, lluvia, viento, invierno riguroso- entre el casco antiguo de Toledo donde vivía y la Laboral, por el páramo seco y silencioso (toscos Campos de fútbol de san Gregorio y, en medio, un solitario caserío blanco, pastor con rebaño) que hoy atraviesa la Avda. de Europa, tan poblada y bulliciosa. Cuatro años de formación científica y humana, de forja de carácter, de fraternal convivencia, gracias a un cuadro de profesores magnífico -salvo una no honrosa excepción-, de educadores y de compañeros; cuatro años de amistades aún vivas y recuerdos indelebles incluso de quienes no he vuelto a ver, de quienes no terminaron el ciclo o de los que nos han dejado para siempre, que favorecieron decisivamente el entorno, los espacios y tiempos comunes, los recreos, las clases obligatorias y las actividades extraescolares, la hora de comedor, las áreas deportivas, la biblioteca, la cafetería vistiéndose de color con un mural cerámico, los laboratorios de idiomas, de física y química, la capilla, dibujos nuestros decorando aún las paredes, fotos de una rudimentaria Kodak -dispersas las más y reunidas las menos en el vídeo Universidad Laboral Toledo. Memoria de una Época (1975-1979)- que inmortalizan ese periodo. Cuatro años del pasado que troquelaron mi futuro, y el de tantos, hoy presente”. Mario García Page

“La Universidad Laboral de Toledo, como el resto de las Laborales, tuvo una enorme influencia en su entorno social, tanto en la propia ciudad de Toledo, como en los diferentes pueblos de la provincia y provincias limítrofes.  La puesta en marcha de la Laboral de Toledo supuso una oportunidad, en muchos casos única, de promoción social y académica para los hijos de una clase trabajadora, que podían así, acceder de forma prácticamente gratuita, a un sistema educativo, tanto de Formación Profesional, para lo que fueron creadas en un principio, como de Enseñanza Secundaria (Bachillerato y COU). 

Sin duda, éste fue mi caso. Hablo desde una triple perspectiva: como ex alumna de BUP y COU, posteriormente como profesora de Historia en este Centro y también como madre de alumnos de este Instituto. La triple perspectiva me genera unos lazos de unión con este Centro especialmente fuertes.

 

Como exalumna, recuerdo que prácticamente la totalidad del alumnado estábamos becados, y eso suponía el acceso a unos bienes materiales, a unos recursos y a una forma de vida que, difícilmente, podían adquirirse en nuestro entorno social habitual, teniendo en cuenta la capacidad económica de nuestras familias.  Continuar estudiando en la Universidad Laboral dependía de los propios méritos del alumno, que asumíamos esa responsabilidad.  Se estima que el 65% del alumnado de las Laborales, en general, procedía de entornos rurales; en el caso de Toledo, posiblemente, esta cifra sea bastante superior; el alumnado mayoritariamente procedíamos de los pueblos de la provincia.   Los pueblos de la comarca de la Sagra o la comarca de los Montes de Toledo proporcionaban el grueso de los alumnos externos, es decir, aquellos que nos desplazábamos diariamente al Centro.   Alumnos como yo, no hubiéramos tenido ninguna posibilidad de ascenso social de no haber sido por la existencia de la Universidad Laboral de Toledo.  Mis compañeros de clase y yo misma hemos sido la 1ª generación en nuestras familias en alcanzar una formación universitaria, rompiendo así una inercia social que venía de décadas, e incluso de siglos atrás. 

 

Por todo esto, unido a mis años como profesora en la Laboral (la UNI para los amigos), siempre consideraré a este Centro como mi segunda casa, he pasado más años entre sus pupitres, paseando por sus jardines, subiendo y bajando sus escaleras, contemplando sus hermosos murales…… que en cualquiera de las casas en las que he vivido. Mi agradecimiento y afecto a todos los profesores que me dieron clase y me abrieron las puertas de la mente de par en par; solo espero y deseo haber hecho yo lo mismo con mis propios alumnos. Todos estos profesionales, no sólo profesores, han forjado la historia de la Laboral durante 50 años”. Guadalupe Ávila

“Llegué al CEI de Toledo en el otoño de 1982, con 14 años recién cumplidos, atenazado por la angustia previsible en un crío que abandonaba su pequeño pueblo y su hogar por primera vez. A las pocas semanas noté el alivio y abrigo de magníficos compañeros y compañeras de estudios y de entregados profesores y educadores. Y, durante cuatro años, crecí, en todos los significados de la palabra, me aproveché de una enseñanza de excepcional calidad, aprendí a amar la cultura, también en su más amplia acepción, y, sobre todo, gané una nueva familia.”  Ricardo Rodríguez del Río

El cerebro del ser humano entre los 13 y los 18 años se enfrenta, probablemente, a la etapa de mayor desarrollo por unidad de tiempo en los diferentes aspectos cognitivos. El ambiente o entorno es un factor muy importante en este período, por lo que La Universidad Laboral es en gran medida responsable de quien soy. Gracias a ella adquirí, durante esos años tan importantes, capacidades y destrezas que van más allá del ámbito meramente académico. Considero una suerte haber crecido dentro de sus recintos y guardo maravillosos recuerdos de entonces, de cuando yo era un estudiante más de «la UNI”.  Jorge-Ángel Martín Ávila

“Es muy satisfactorio celebrar, con personas amigas, acontecimientos felices y, mucho más, si se trata de un L (50) Aniversario. La Universidad Laboral de Toledo ha sido Centro de referencia por su excelente nivel educativo y su profesorado, envidiado por el privilegio de disponer de bastantes medios auxiliares para desempeñar su labor. Mi relación con el centro toledano  ha sido grata e importante como profesional de la Enseñanza y también al ser director del Instituto “EL GRECO”, compartiendo con los directores Agustín Chozas y Ángel Felpeto. MUCHAS FELICIDADES”.

 

Demetrio Esquinas

 

 

CARTA DE UN ALUMNO INTERNO

 

¡¡¡ CINCUENTA AÑOS DESPUES, Y COMO TE SIGO APRECIANDO…!!!

QUERIDA UNI

Y parece que fue ayer…, pero han pasado la friolera de estos 50 años que vamos a conmemorar, de la inauguración de esta nuestra tan querida y estimada UNI “Blas Tello” de Toledo.

Muy fresco tengo ese recuerdo del día 2 de octubre de 1972 acompañado por mi máximo impulsor de mi condición de laboral, mi querido padre; en un taxi, el cual no pudo llevarnos hasta la entrada de la UNI, al no estar aún urbanizado el acceso, y al estar bastante embarrado, nos dejó lo más cerca posible de la entrada original al Centro, la que se encontraba justo al lado de la vivienda del Portero Mayor, Sr. Roberto.

Una vez dentro e informados por él, al dirigirnos a Dirección, fui muy gratamente sorprendido por las imágenes que estaba observando, que por ser horario de recreo, vi a grupos de alumnas y alumnos agrupados paseando y charlando dirigiéndose hacia la cafetería, algunos fumando algún cigarrillo, ambas cosas me sorprendieron gratamente, ya que mi experiencia anterior en el COUL de Cheste, era algo imposible de haber presenciado, al ser un Centro únicamente masculino y estar terminantemente prohibido el fumar.

No pude por menos que hacer la siguiente reflexión: Aquí sí que nos va a ir bien, y ciertamente no me equivoque en el presagio; una vez sacadas conclusiones de mi paso por la UNI en los seis cursos de mi estancia en ella. Fue una época que mereció mucho la pena y como he comentado en multitud de ocasiones a lo largo de mi vida, no me hubiese importado repetir.

Al tener la condición de interno, y una vez hechos los trámites del ingreso en el departamento de alumnado, me dirigí al colegio Norma (4), donde me habían asignado, allí me presenté a D. Raimundo, el Educador que tenía a cargo dicho colegio. Mi primera impresión fue la de estar en una casa algo más grande de lo normal, de una familia algo más grande de lo normal.

Era inevitable esa impresión, al ser colegios con una capacidad aproximada de una treintena de alumnos distribuidos en habitaciones de un máximo de ocho, con dependencias comunes compartidas, como eran los aseos, sala de estudio, salón de TV, etc.

En aquel momento del inicio del 1º Curso, el Internado de la UNI tenía una capacidad aproximada de 200 Alumnos distribuidos en los siete colegios que lo formaban ( 1-Antlia, 2-Pictor, 3-Fornax, 4-Norma, 5-Circinus, 6-Pyxis y 7-Libra ), que comparativamente con mi anterior centro de Cheste del que provenía, con aproximadamente 5000 alumnos; la diferencia y sustancial mejora era notoria para la convivencia entre los alumnos, la organización diaria del funcionamiento del Centro y también de cara a la participación en las diferentes actividades, la familiaridad en el trato recibido por todo el personal laboral; y por supuesto de las libertades de las que gozábamos y que se detectaban desde el momento de poner el pie en la entrada de la UNI.

En ese mi primer curso 72/73 y de la Inauguración de este Centro “Universidad Laboral Blas Tello” de Toledo, los estudios que se podían realizar en él eran los de Formación Profesional en sus ramas de Administrativo y Electricidad, y también las enseñanzas de Bachiller.

Por lo tanto en el internado como era lógico, estábamos alumnos de todas las enseñanzas que se impartían en el Centro y que en la mayoría de los casos éramos procedentes del Centro de Orientación de Universidades Laborales COUL de Cheste, también alumnos de nueva incorporación que al ser residentes en poblaciones alejadas de Toledo, les fueron concedidas las becas en el internado, al no poder desplazarse diariamente a sus residencias familiares, como si ocurría con gran sacrificio, en el caso de los aproximadamente 1000 alumnos mediopensionistas, que eran la gran mayoría del alumnado del Centro.

En el primer año de vida de la UNI, curso 72/73, los alumnos internos estábamos distribuidos por los diferentes colegios de una forma aleatoria y no homogénea en cuanto a los estudios realizados; eso tenía sus ventajas en cuanto a la interrelación del alumnado de las diferentes enseñanzas; y sus inconvenientes en cuanto a la hora de realizar las tareas propias diarias de estudio, la realización de trabajos, la preparación de los exámenes, etc. La Dirección del Centro a partir del curso 73/74 y sucesivos, cambió esa distribución y ya en los diferentes colegios estábamos conviviendo alumnos de las mismas enseñanzas y en la mayoría de casos de aulas comunes, esto conllevó que comenzaran a gestarse unas estupendas relaciones  de gran compañerismo y afectividad, al compartir prácticamente las 24 horas diarias con los mismos compañeros.

Como referí anteriormente, la vida de cualquier alumno interno era muy similar a la familiar, aunque con un mayor número de miembros, salvo en lo referente a la protección materno paternal; a primera hora de la mañana el Educador que también, salvo excepciones, pernoctaba en el mismo colegio ya que también disponía de su propia habitación, pasaba por las habitaciones para despertarnos e ir animándonos para afrontar el día de la mejor manera; había megafonía en todas las dependencias del colegio incluidas las habitaciones y aunque en ocasiones se hacía uso de ella para despertarnos, la mayor parte de los días pasaba personalmente haciendo esa labor de despertador-animador.

Una vez aseados, hechas las camas, recogidas y ordenadas las habitaciones, nos dirigíamos al comedor para desayunar con los libros, carpetas y cuadernos necesarios, dependiendo las clases que tuviésemos en esa jornada, donde el personal de cocina y comedor nos tenían preparadas las mesas con los panecillos, los platos con la mantequilla y mermelada y las jarras de leche bien caliente que tanto agradecíamos, sobre todo en la época invernal.

Después del desayuno nos dirigíamos a las diferentes aulas que cada alumno teníamos asignadas para recibir las diferentes clases que tuviésemos programadas según los diferentes Horarios que a cada clase se les distribuía a principio de curso y que era válido para todo el Trimestre, o incluso para la totalidad del Curso. Era allí en las aulas, donde ya coincidíamos con los compañeros mediopensionistas que ya habían llegado al Centro en los autobuses de las diferentes rutas, después de haberse dado un gran madrugón en sus domicilios, para después de hacer el recorrido que tenían establecido en las diferentes rutas que hacían, estar puntuales a la hora de comienzo de las clases. Como era costumbre de la época, a media mañana teníamos programado el tan esperado recreo, donde normalmente dos responsables y en nombre del Aula a la que pertenecían, iban a recoger al comedor las cestas con los bocadillos, que a lo largo de la semana iba siendo variado, uno de los días solía ser los panecillos y las tan añoradas chocolatinas, y que se encargaban de repartir con sus compañeros de clase para el refrigerio de media mañana.

En ese tiempo de recreo entre clases, es donde se empezaron a gestar las amistades con alumnos de otras aulas, diferentes enseñanzas u otras especialidades, ya que nos concentrábamos mayoritariamente por la zona de cafetería o bien paseando por las bonitas y amplias zonas ajardinadas de las que disponía la UNI.

Después de la asistencia a las clases de la segunda parte de la mañana, todos los alumnos también nos entremezclábamos en las largas filas que se formaban en el comedor, para con la bandeja, pasar por el office y recoger los platos que con tanto esmero nos habían preparado el personal de cocina, nos disponíamos a comer repartidos por las mesas que teníamos distribuidas en los dos comedores de los que disponíamos; posteriormente nos dirigíamos de nuevo a la cafetería o a pasear por los jardines hasta la hora de comienzo de las clases de la tarde o bien participando de la numerosas actividades que teníamos y que cada cual elegía a principio de curso según sus prioridades.

Por las edades en las que nos encontrábamos la práctica totalidad del alumnado, estaba más que justificado los intentos de acercamiento y complicidad de las relaciones entre las amistades del otro sexo, de hecho, aprovechábamos las horas entre clases para intentar ir a pasear o tomar algo en la cafetería con la persona que nos hacía tilín, también participando en las actividades en la que la media naranja ya estaba inscrita. Cuando ya era conocido el secreto de la intención de alguno de los dos, por el círculo de amistades de ambos, estos intentaban ayudar en la medida de sus posibilidades, a fraguar dicha relación; que como ha sido notorio, desde aquel entonces y después de estos cincuenta años transcurridos, se fueron gestando los inicios de sus emparejamientos con la creación de familias felices y muy unidas, que en la actualidad siguen disfrutando; seguro que de estos casos todos tenemos alguna amistad cercana conocida.

Era al finalizar las clases de la tarde, cuando los alumnos mediopensionistas, se dirigían de nuevo a la puerta de la UNI donde les recogían los respectivos autobuses que realizaban las diferentes rutas de retorno a sus poblaciones de origen; y los alumnos internos volvíamos a nuestros colegios para dejar los libros y material escolar en nuestras habitaciones, merendar y descansar de la jornada lectiva. A veces haciendo un paso previo por la cafetería, donde mientras merendábamos echábamos unas reñidas partidas de chinos, en las que en ocasiones se animaban a participar algunos de los Educadores del Internado. También eran los momentos que si las tareas lectivas no eran muy exigentes, nos expansionábamos con las actividades muy variadas de las que disponíamos en el Centro o bien nos dirigíamos a Toledo para dar algún paseo o hacer algún recado; aunque no se podía alargar mucho la estancia, para no quedarnos sin poder cenar en el horario establecido que era más bien temprano, ya que después de la cena había que estudiar, hacer los deberes que nos mandaban en clase y repasar algo de las clases recibidas, preparar los libros y la ropa a utilizar del día siguiente. También teníamos a veces tertulias, en las que en ocasiones también participaba el Educador, comentando como nos había ido el día o bien de cómo programábamos algunas de las actividades en las que participábamos (Aire libre; teatro; deportivas, musicales, culturales, etc.) o bien presenciando algún programa de Televisión en la sala de la que disponíamos en cada colegio.

Una vez finalizada la jornada y cada uno de acuerdo a sus apetencias o necesidades, nos disponíamos a acostarnos para descansar y así estar en plenas facultades para afrontar la jornada del día siguiente.

Esta rutina diaria, cambiaba algo en la tarde de los viernes, ya que al finalizar la semana de clases y siempre que las tareas lectivas nos lo permitían, solíamos programarnos algunas salidas de fin de semana, bien con carácter familiar, o relacionadas con las actividades en las que estábamos inscritos (Aire Libre, Culturales, o para participar en competiciones deportivas representando a los diversos y numerosos equipos de la UNI).

La vida en el internado a medida que fueron pasando los años de nuestra estancia en el Centro (seis en bastantes casos de los alumnos de la 1ª promoción de F.P.) se fue haciendo más agradable cada día que pasaba; porque además de sentirnos más integrados formando parte esencial del Centro y haber hecho grandes amistades entre los compañeros; también nos fuimos ganando la confianza de todo el personal laboral, que con su entrega y dedicación tanto nos enseñaban en todos los aspectos relativos a nuestra educación y formación.

Por parte del personal de la Dirección del Centro, Jefatura de Estudios, Jefatura de Residencias, Alumnado y Administración, siempre nos demostraban su interés en saber de cómo nos iba el día a día en la UNI; al ser relativamente pocos alumnos, eso les permitía conocernos personalmente, sino a todos, a la gran mayoría; siempre mostrándose muy cercanos e interesados por nuestro progreso educativo en el Centro.

El profesorado, muy interesado en formarnos académicamente lo mejor posible de cada una de las materias que nos impartían, estando siempre muy pendientes de los resultados obtenidos en cada una de las cinco evaluaciones que realizábamos a lo largo del Curso, y en caso de no conseguir el nivel adecuado, nos asesoraban y encomendaban tareas añadidas para poder obtener el aprobado en las recuperaciones que se hacían después de cada evaluación. Ya que, de lo contrario, si no se superaba el curso con todas las asignaturas aprobadas, se perdía la beca, cosa que tratábamos de evitar por nuestro propio beneficio personal y además para no ser una carga añadida en la economía familiar.

Los Conserjes, una vez habiéndonos ganado su confianza, nos permitían ciertas licencias que ya de antemano sabíamos no estaban permitidas en las aulas, pero que con gran complicidad nos hacían la vista gorda para nuestro beneficio dejándonos entrar, salir o permanecer en ellas aun habiendo recibido alguna orden en contra por parte del profesorado. Formaban un gran equipo de profesionales y eran unas excelentes personas.

Los Educadores, con los que obviamente compartíamos más horas en el Internado, nos hacían en muchas ocasiones la función de padres, dándonos siempre buenos consejos de comportamiento, asesorándonos en cuanto a las tareas lectivas, ayudándonos en momentos de debilidad anímica, compartiendo junto a los alumnos momentos de expansión, de juegos, cantos entorno a una guitarra, partidas de chinos, competiciones deportivas que a nivel del internado también existían entre los diferentes colegios durante la duración del trimestre, o del curso escolar, etc.

Ellos eran los encargados de hacer un informe trimestral y uno al final de Curso del nuestro comportamiento y hábitos, en definitiva, de la evolución como alumno en el internado de cada uno de nosotros y después de ser supervisado por el Jefe de Residencias, enviárselo junto con las notas de la Evaluación correspondiente, a nuestros padres para que estuviesen informados de todo lo relacionado con nuestro progreso educativo.

El personal de Cocina, como si de sus hijos nos tratáramos, nos animaban a coger todos los platos del menú diario que nos ofrecían al paso con las bandejas por el office; sobre todo a los más comisques, ya que algunos pretendían saltarse el coger alguno de los platos ofrecidos y queriéndose conformar con las patatas fritas y el postre, en multitud de ocasiones también poniéndonos algo más de la ración que nos tocaba, al ser algún plato de los preferidos.

El personal de lavandería con la Sra. Isabel como encargada, eran a las que semanalmente enviábamos la ropa sucia en las bolsas de las que cada alumno disponíamos, debidamente marcadas con el número de expediente de cada alumno, y que con tanto esmero y cuidados nos lavaban, planchaban y en ocasiones si lo necesitábamos, también nos cosían. Aunque con el paso de los años cambió, el día de cambio de la ropa de las camas y envío de las bolsas de ropa eran los lunes; los viernes hacían el reparto por los diferentes colegios de las bolsas con la ropa ya limpia, planchada y disponible para que, de nuevo, pudiésemos hacer uso de ella.

El Sr. Pantoja, jardinero del Centro que con su buen trabajo y gran conocimiento de la materia, fue poco a poco repoblando y cuidando con gran esmero todas las zonas ajardinadas, en ocasiones algún alumno nos prestábamos a ayudarle y colaborar con sus tareas, sobre todo en las relativas a la plantación de algún árbol, cosa que nos agradecía y a nosotros nos servía de satisfacción el aportar nuestro granito de arena sabiendo que esos árboles perdurarían allí durante muchos años, como así ha sido hasta la actualidad.

A lo largo de estos cincuenta años y permaneciendo las amistades de aquellos primeros Cursos, se han ido haciendo Encuentros, Quedadas, Romerías, Celebraciones de los XXV y 40 Aniversario, etc.; entre compañeros coincidentes en su estancia en el Centro o de la misma promoción de estudios; han sido reencuentros llenos de recuerdos y anécdotas compartidas y que tanto nos hicieron y nos siguen haciendo disfrutar; esperamos todos poder seguir celebrando muchos años más dichos Encuentros y Aniversarios que con tanto cariño y esmero siempre se han organizado, con la colaboración de algunos alumnos, algunos educadores y profesores y la buena predisposición y ofrecimiento de la Dirección del Centro para el uso de sus instalaciones, por lo cual siempre estaremos muy agradecidos.

No puedo dejar de tener un breve recuerdo de los compañeros que, a lo largo de esta travesía de cincuenta años, se han ido quedando en el camino, habiéndonos dejado con el dolor de no poder compartir también con ellos este emotivo Aniversario. Allá donde se encuentren seguro que se sentirán orgullosos de verse representados por todos los que integramos la Familia de Laborales de la UNI de Toledo, ellos también forman parte de ella.

En resumen, y como ya referí en los comienzos de esta pequeña crónica, estoy y creo q así estamos todos los alumnos que pasamos al menos en aquellos primeros años, por este Centro, por esta Universidad Laboral “Blas Tello”, por nuestra querida UNI de Toledo,  eternamente agradecidos a todo su personal; por el trabajo que llevaron a cabo con nosotros como alumnos y que tanto nos sirvió su educación, su formación académica, sus consejos, sus atenciones y su dedicación para que nos sirviera en nuestro desarrollo personal  y profesional; como en la práctica totalidad del alumnado, así ha sido.

Nosotros los alumnos, únicamente nos limitamos a intentar cumplir con la recomendación que nos hizo Su Alteza Real el Príncipe de España Juan Carlos I en el discurso de la Inauguración:

“Al inaugurar este Centro y abrir el Curso 1972/73 en todas las Universidades de España, quiero ver en vosotros, representantes de la juventud española el hombre y la mujer capaz de unificar la potencia de la máquina, la disciplina corporal y la vocación al servicio de los demás. Vuestra misión es una noble misión, es un trabajo digno de una juventud y sobre todo de una vida. Habéis sido llamados de vuestros hogares y de vuestros pueblos, no solo para encontraros aquí con otros de otros pueblos y de otros hogares, sino para aprender un oficio, una profesión y hermanaros con los hombres y mujeres de otras tierras de España. Al saludaros, trabajadores, mandos, profesores quiero estimularos para que mantengáis y desarrolléis con todo cariño, esta gran obra que son las Universidades Laborales, a fin de que pueda hacerse llegar la Educación y la Formación Profesional a todos los rincones de España. Queda inaugurado el Centro de Universidades Laborales “Blas Tello” y el Curso 1972/73”

Por lo tanto en este cincuenta aniversario, me gustaría agradecer y hacer una mención especial a todos aquellos incansables trabajadores, algunos lamentablemente ya nos dejaron, un emotivo recuerdo para todos ellos; que con su esfuerzo y dedicación fueron dando, junto a los alumnos de las primeras promociones de Formación Profesional de las Ramas de Administrativo y Electricidad así como también de Bachiller, los primeros pasos de este camino andado a lo largo de los cincuenta años de vida del Centro y que en este Curso 2022/23 celebraremos el 50 Aniversario de su inauguración. 

Nos dedicasteis y disteis tanto…

Deseando no haberos defraudado con nuestro aprovechamiento, nos sentimos muy orgullosos de haber formado parte de esta Gran Familia de Laborales de la UNI de Toledo durante estos cincuenta años que ahora conmemoramos.

¡¡¡ MUCHA SALUD Y MUCHAS GRACIAS PARA TODOS!!!

 Jesús Posada Fernández

  Alumno 1ª Promoción F.P. Electricidad

  Cursos 72/73 al 77/78